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experiencia 3: narrativas de una memoria compartida

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Quizás porque desde hace años tengo la impresión de que todo se acelera y son más los estímulos y vivencias que hay que procesar y se acumulan, se amontonan, se solapan; quizás porque la memoria es caprichosa, desordenada, ¿traidora? Desde luego subjetiva sí lo es. No me cabe la menor duda.

Es habitual, y está a la orden del día tener percepciones diferentes sobre un hecho compartido; si a ello le añadimos la repercusión del paso del tiempo (por breve que sea) sobre un recuerdo que ya no está fresco, la distorsión está servida. Si a ello le añadimos que los recuerdos son una construcción, tenemos tantas versiones como cómplices intervienen en ella. 

 

¿Es probable que la mente sea un queso emmental? Desde luego no hay dos quesos exactamente iguales. ¿Es la mente un microcosmos con nebulosas y agujeros negros? ¿Qué pasa con la memoria? Hay de tantos tipos que muchas veces entran en conflicto por disparidad. Una se empeña en el dónde, otra en el cuándo, en el cómo. Pasó, no pasó, no fue así. La mía patina, se esfuma, se diluye. Lo que ocurrió anteayer me resulta lejano y casi ajeno. ¿Cómo puedo reconstruir un recuerdo del que sólo me quedan trazas etéreas y dispersas, un atisbo de absurdo? Vuelvo inevitablemente a las sensaciones, a lo difuso y escurridizo. Mi propuesta es un reflejo de la dificultad para recordar, un recorrido visual de alguien que no estuvo allí. 

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Ampliación de la serie:

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