
¿te has «podido» permitir entrar en todas las fracciones de tiempo?
¿llegaste hasta el final de cada una sin acelerar la reproducción?
¿sabes realmente cuántos segundos supone completar el recorrido total?
¿no?
te lo digo yo: sólo tres minutos y 49 segundos, menos de los recurrentes cinco minutos que acostumbramos a tomar como referente de la espera breve o la ejecución rápida;
si lo piensas bien tampoco es mucho, y sin embargo, al ver tantos números parece que surge la prisa, la inquietud en la pausa
¿cuándo fue la última vez que observaste tu entorno con una entrega abierta?
¿eres consciente de cuánta belleza nos rodea en constante transformación por su propia naturaleza fugaz e irrepetible, por la fragilidad de su estado en tensión hacia la desaparición?
¿lo eres? ¿sí? pues escucha, desde ahora y hasta el fin de los días dedica algún momento a prestar atención a lo transitorio, un gesto sencillo que te honrará como centinela de lo efímero, un pequeño acto de resistencia que nos conecta a la vida